Cuando
a mi generación nos impartían “Historia Sagrada”, que de historia tenía poco,
era ni más ni menos que la versión algo novelada del antiguo testamento de la Biblia , nos contaban como
en su periplo por el desierto con el pueblo de Israel, Moisés ascendió al monte
Sinaí, para recibir de Dios directamente las tablas de la Ley , una impresión en piedra
de un decálogo de Leyes a seguir. Descendió
del monte, con ellas bajo el brazo y encontró a parte de su pueblo que había
abandonado su fe en Dios y adoraban a un becerro de oro en el que habían
invertido todas sus joyas para su fundición. Presa de la ira, Moisés rompió las
Leyes contra el suelo, fustigó a unos pocos y recuperó la situación, no sin
pagar un correctivo a cambio (40 añitos más de peregrinación por el desierto) y
recibió una nueva copia de las leyes.
Todo
esto que os narro, (absolutamente de memoria, por lo que puede haber errores de
consideración) es una parábola que ahora, más que nunca, es aplicable a nuestra
vieja Europa.
Tras
dos décadas adorando al “Becerro de Oro”, poniéndonos bajo su protección y
amparo, haciéndonos creer que solamente
el dinero tenía importancia y nosotros dejándonos llevar por esa seductora corriente de pensamiento, nos hacen
ver, al menos al pueblo llano, que no era así, nos fustigan recortando gran
parte de los logros sociales ganados en los últimos 40 años, la clase dirigente
ha roto ya las viejas normas y solo nos falta saber “la pregunta del millón”:
¿Cuánto durará nuestra peregrinación por el desierto del desamparo social?;
Esperemos que poco, aunque por ahora nada de “brotes verdes”.
Un
saludo y espero contaros en el próximo artículo algo más optimista.
Muy bien, pero para colmo nos dicen que la única salida es adorar un poco más al oro, ya incluso sin becerro.
ResponderEliminar