martes, 3 de abril de 2012

Una Leyenda rural


Cuando llegaba el verano, en nuestros pueblos de Extremadura faltos de televisión, los vecinos tenían costumbre de ir a compartir un poco de tertulia en la puerta donde mejor diese al aire, pues la brisa nocturna se agradecía, provisto cada uno de su silla, el “piporro” o barril con su tapón de corcho se juntaban las gentes y normalmente aparecía de vez en cuando alguna historia, que nadie sabía a ciencia cierta si había ocurrido realmente, o donde o cuando sucedió, pero la transmisión oral había hecho que se mantuviese en el tiempo pasando de padres a hijos boca a boca, que es lo que ahora llamamos “Leyenda urbana” que actualmente encuentra difusión en Internet.
Como veis, amigos, nada cambia, los medios son distintos, pero el ser humano necesita esa mezcla de fantasía y realidad, esa necesidad de  narrar experiencias vividas por uno mismo o por personajes anónimos, esa forma de ajustar los hechos ocurridos para tuviesen una finalidad didáctica y sirviesen para enseñar valores y experiencias.
En un pequeño homenaje a nuestros mayores y recordando los veranos en casa de mis abuelos voy a narrar una historia que me contaron en esas inolvidables noches al fresco.
En este pueblo, contaban, que tras recoger la cosecha, en el zaguán de  una casa se amontonaban los sacos de trigo recién traído de la era. Al anochecer, mientras que toda la familia cenaba en la cocina del piso superior oyeron la aldaba de la puerta, preguntaron desde arriba repetidas veces:
-          “¿Quién es? ¿Quién es?”…
 No obtuvieron respuesta pero oyeron cerrarse nuevamente la puerta y entendieron algo así como -“Yo, que me la llevo”,
 Corrieron escaleras abajo y no acertaron a ver a nadie, la persona que los había visitado había desaparecido en la negrura de la noche; pero al contar las fanegas de trigo descubrieron con gran disgusto que faltaba una. No olvidemos que entonces el trigo era la base del sustento de la familia, pues cada uno amasaba su pan.
Transcurrió todo un año sin que supiesen quién había sido el ladrón que les había privado de la harina producto de aquel trigo robado impunemente. Una noche nuevamente cenaban en la cocina y volvieron a oír la aldaba de su puerta y nuevamente al preguntar “quién va” no hubo respuesta, pero entre las voces parece que oyeron “Yo que la traigo”. al bajar al zaguán encontraron la misma fanega robada un año antes, nuevamente llena de trigo, que había sido arrojada dentro de casa por el postigo; el autor, protegido por la noche permaneció en el anonimato.”

Esta  bonita historia muestra, que en la precariedad de aquellas vidas, había personas honradas, que para no poner en aprietos pidiendo prestado a amigos o familiares preferían arriesgarse a pasar por ladrones.. ¡Cuánto hemos de aprender….. …..!

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1 comentario:

  1. Bonita historia. Mucho deberían aprender de ella los corruptos que nos rodean por dequier, y que solo aprendieron a decir "yo, que me la llevo"... a las Islas Caimán. Lo de traerla ya depende de la amnistía fiscal de PP.
    Un abrazo.

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