Cuando llegaba el verano,
en nuestros pueblos de Extremadura faltos de televisión, los vecinos tenían
costumbre de ir a compartir un poco de tertulia en la puerta donde mejor diese
al aire, pues la brisa nocturna se agradecía, provisto cada uno de su silla, el
“piporro” o barril con su tapón de corcho se juntaban las gentes y normalmente
aparecía de vez en cuando alguna historia, que nadie sabía a ciencia cierta si había
ocurrido realmente, o donde o cuando sucedió, pero la transmisión oral había
hecho que se mantuviese en el tiempo pasando de padres a hijos boca a boca, que
es lo que ahora llamamos “Leyenda urbana” que actualmente encuentra difusión en
Internet.
Como veis, amigos, nada
cambia, los medios son distintos, pero el ser humano necesita esa mezcla de
fantasía y realidad, esa necesidad de narrar experiencias vividas por uno mismo o
por personajes anónimos, esa forma de ajustar los hechos ocurridos para
tuviesen una finalidad didáctica y sirviesen para enseñar valores y
experiencias.
En un pequeño homenaje a
nuestros mayores y recordando los veranos en casa de mis abuelos voy a narrar
una historia que me contaron en esas inolvidables noches al fresco.
“En este pueblo, contaban, que tras recoger la cosecha, en el zaguán de una casa se amontonaban los sacos de trigo
recién traído de la era. Al anochecer, mientras que toda la familia cenaba en
la cocina del piso superior oyeron la aldaba de la puerta, preguntaron desde
arriba repetidas veces:
-
“¿Quién es? ¿Quién es?”…
No obtuvieron
respuesta pero oyeron cerrarse nuevamente la puerta y entendieron algo así como
-“Yo, que me la llevo”,
Corrieron
escaleras abajo y no acertaron a ver a nadie, la persona que los había visitado
había desaparecido en la negrura de la noche; pero al contar las fanegas de
trigo descubrieron con gran disgusto que faltaba una. No olvidemos que entonces
el trigo era la base del sustento de la familia, pues cada uno amasaba su pan.
Transcurrió todo un año sin que supiesen quién había
sido el ladrón que les había privado de la harina producto de aquel trigo
robado impunemente. Una noche nuevamente cenaban en la cocina y volvieron a oír
la aldaba de su puerta y nuevamente al preguntar “quién va” no hubo respuesta,
pero entre las voces parece que oyeron “Yo que la traigo”. al bajar al zaguán
encontraron la misma fanega robada un año antes, nuevamente llena de trigo, que
había sido arrojada dentro de casa por el postigo; el autor, protegido por la
noche permaneció en el anonimato.”
Esta bonita historia muestra, que en la precariedad
de aquellas vidas, había personas honradas, que para no poner en aprietos
pidiendo prestado a amigos o familiares preferían arriesgarse a pasar por
ladrones.. ¡Cuánto hemos de aprender….. …..!
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Bonita historia. Mucho deberían aprender de ella los corruptos que nos rodean por dequier, y que solo aprendieron a decir "yo, que me la llevo"... a las Islas Caimán. Lo de traerla ya depende de la amnistía fiscal de PP.
ResponderEliminarUn abrazo.