En
la moda, como en casi todo, nos movemos por ciclos que siguen movimientos
pendulares, así, el largo de las faldas pasa desde los talones a lo más alto
del muslo, lo mismo ocurre con el ancho del pantalón, que hemos visto crecer hasta
la incomodidad para facilitar la marcha o adelgazar hasta tener que embutirse
en ellos dando saltitos. Así, de un extremo del ciclo al otro, casi olvidamos el
camino que hemos recorrido.
Tantos
años hemos hablado de inmigración e inmigrantes que casi hemos olvidado que
nosotros también fuimos, en nuestro caso emigrantes, un fenómeno que siempre se
produce cuando la sociedad en la que vives no puede mantenerte adecuadamente y
en condiciones de dignidad, por lo que tenemos que cambiar distancia,
desarraigo y extrañamiento por dinero. Claro, que el caso que ahora nos ocupa
no es el mismo que el sufrido en España en los años 50, 60 y 70, pues entonces
se veían en el NODO caras demacradas, maletas de cartón atadas con cuerda y
ojos llenos de esperanza por encontrar en Alemania, Francia o Suiza, aquello
que su país no podía darles.
Actualmente,
aunque el hambre no nos atenace, los motivos son los mismos pero distintos sus
protagonistas, no son obreros sin cualificación y las maletas ya no son de cartón
ni van llenas de legumbres, embutidos y tocino. Son troller y van llenos de
títulos universitarios, master, post-grados y buenos expedientes académicos que
la sociedad española no puede mantener en niveles de dignidad y después de
haber invertido en ello durante más de una década, no puede dedicar nada en I+D,
por lo que nuevamente capitalizarán su valía Alemania, Francia etc. Y
nuevamente en la Europa
de dos velocidades, los más débiles contribuiremos al bienestar y al desarrollo
de los más poderosos. Y nosotros, que creíamos que habían cambiado tanto las
cosas … …
El
artículo optimista lo dejo para cuando la ocasión lo merezca.
Un
saludo a todos.
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