Hay en la
historia española una sabrosa anécdota que no se sabe a ciencia cierta si fue un hecho real o pertenece al campo de
la leyenda. Así me lo contaron en mis años estudiantiles y así lo transcribo:
“muerta Isabel
la Católica ,
que fue la valedora de Gonzalo Fernández de Córdoba, “El Gran Capitán”, El rey
Fernando contrajo nuevamente matrimonio con Germana de Foix y sus nuevos
consejeros, quizá por envidia, le previnieron contra éste por la costosa
campaña militar de Nápoles, que con su victoria permitió a la corona española
acceder a gran parte de lo que es hoy Italia.
Ante la
petición de cuentas por parte del rey, el altivo, pero no por ello exento de
razón, D. Gonzalo le envío estas
cuentas:
“Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados; por limosnas
para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil
ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la
batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a
causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y,
finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey
a quien he regalado un reino, cien millones de ducados.”
Esto ha pasado
al imaginario popular y al refranero como sinónimo de cuentas fraudulentas,
cuando lo que vemos en estas, es la indignación de un hombre que tras una gran
victoria, donde el coste en vidas humanas debió de ser enorme, el soberano
español sólo se preocupase del coste monetario, como a veces sucede en este
ingrato mundo, que cuando se alcanzan los bienes deseados nadie se acuerda de
etapas anteriores, cuando carecíamos de ellos.
UN SALUDO
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